lunes, 16 de mayo de 2016

Miguel d'Ors, Todavía más virutas de taller


Tras Virutas de taller (2007) y Más VdT (2010), sale Todavía más VdT de Miguel d'Ors, otro libro que he leído sin poder dejarlo. Es todavía más misceláneo que los anteriores: hay todavía más de todo, desde comentarios de poesía a microrrelatos, desde listas de todos tipo (por ejemplo de las cicatrices de su mano -una biografía muy lograda-, pero también de poetas favoritos -varias-, de películas del Oeste o de las cosas que le gustan y las que no) a comentarios bíblicos o unos deliciosos cuentos infantiles políticamente incorrectos para sus nietos. Y no se corta ya al hablar de sus opiniones políticas, como si quisiera quemar todos los barcos y que los que le han estado acusando toda su vida tengan munición a placer para enterrarlo en la tumba de los «políticamente incorrectos», también por el lado religioso  (tiene unos párrafos muy graciosos sobre unos que traducen «Virgo clemens» por «Virgen acogedora» y sobre el vomitivo uso del verbo «acoger» en el mundo clerical).

Especialmente me han gustado todo lo que escribe sobre cómo encuentra Galicia, ahora que ha vuelto a vivir aquí tras muchos años fuera, desde el bachillerato en concreto. Los análisis sociolingüísticos son finísimos y a mí me han resultado muy consoladores (y mucho más realistas que antes). Luego tiene comentarios mínimos pero fascinantes a cosas como el distinto valor de «bastante» o lo que se entiende por «monte» en Andalucía y en Galicia (77).

En las notas lingüísticas y literarias hay lugar para todo tipo de cuestiones menores: por ejemplo repasa los datos sobre si Rosalía era «Castro» o «de Castro», con resultados ambiguos. O se plantea de dónde sale el cambio semántico del «vacilar» antiguo al vacilar (a alguien) actual. Pero sobre todo ha leído mucha literatura española. A mí me rompió el saque descubrir que esto que cita:
De allí vi ya horizontes más abiertos,
y aun también más ajenos de conhorte,
pobres, incultos, rasos y desiertos,

hombres tristes, de oscuro y sucio porte,
casas de barro, calles de inmundicia,
pueblos, en fin, sin dicha ni deporte.

Tal vez en torno de ellos la codicia,
si no ya la miseria, labra un poco,
sin afán, sin provecho ni pericia.

De árboles no hay que hablar; éste es un coco
que asusta al propietario y al labriego,
y a quien los planta le apellidan loco.

«Los habrá, dicen, cuando venga el riego».

era de 1795, de Jovellanos (Epístola a Poncio). Y es que si hay algo en lo que destaca es en el comentario literario de poesía. Ya me gustaría asistir a un curso suyo sobre literatura del siglo XVIII (o del XX o de cualquier época). Su dominio métrico y su oído poético son finísimos, ya se sabe. Lo mismo que los poetas contemporáneos suyos más destacados, con los que se pelea aquí varias veces: fascinante grupo, seguramente los poetas más grandes desde los de inicios del siglo XX.

1 comentario:

  1. Magnífico y atinado comentario de un gran libro del que se ha olvidado la crítica. enhorabuena

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