lunes, 21 de septiembre de 2015

Cosas que me has contado


Este libro ya nace como bien escaso (y pronto, febrilmente buscado).
Es una delicia. Yo leí los poemas primero (y en sus versiones primeras) a medida que los fue poniendo en su web y siempre con asombro, alegría y admiración. Ahora están solo en este libro de papel (de buen papel y buena edición, con mancheta pegada incluida) y es una alegría todavía mayor leerlos.

Con él no pretende colarse en la lista de poetas «reconocidos». Ya se encarga de dispararse en el pie con poemas satíricos muy logrados, en los que se ríe de algunos críticos, de los columnistas de la Corte («los ya no tan jóvenes columnistas peleaban / por ver / quién era más del Madrid y bebía más gin-tonics 31), de esa vida cultural que reina en las conversaciones del Madrid más pijo, cultura tontorrona a la moda, que funciona a golpe de consignas de suplemento dominical.

Pero sobre todo es un poemario amoroso, aunque siempre con una vuelta de tuerca, empezando por la cita que preside el libro, de Mario Quintana: «A forma exata / d'um coraçao!» (no dice qué es lo que produce esa forma). Partir por ejemplo de esos diminutivos que tan bien usaba su abuela (en Cárcel, el primer poema del libro, decía de una perra: «es muy altita» y qué bien retratada queda), pero sobre todo su novia. Es programático, como tiene que ser, un poema que titula PEQUEÑA POÉTICA:
Adoro tu manera
poco premeditada pero exacta
de usar diminutivos.
Tenías frío, me dijiste: «Deja
que me envuelva en la manta como un
gusanito de seda».
Te golpeaste el codo:
«Ay, ay, ay, me he dado en el huesecito».
Me quejo del poco caso que me haces
y tú me llamas «pollito pión».
Ves que estoy escribiendo,
dices: «Eso también lo sé hacer yo,
sólo hay que poner cosas normales
en frasecitas cortas».
«Poner cosas normales / en frasecitas cortas» no parece difícil, pero claro que lo es. En otro poema (43), toma una frase impresionante de Conrad y la parte en versos, para que se vea dónde está su norte estético. Tiene la suerte de no estar preocupado por ser original: «la originalidad sólo denota, debo advertirte / una muy preocupante falta de lecturas» (17). 
Y por redondear las cuestiones de poética, os voy a poner aquí un poema que a mí me gusta un montón (67):
TRES GILIPOLLECES
Querer ser moderno.
Querer ser posmoderno.
Querer ser premoderno.
El lenguaje de los enamorados, sobre todo viéndolo desde el punto de vista de la mujer, pasa a ser, contando por el poeta en persona, el de un romance heroico, de un cuento de hadas, una épica caballeresca en medio de la ciudad. No es, por supuesto, lo del taxi de García Montero, ni siquiera pasado por el olor a Vim Clorex de Miguel d'Ors, pero tampoco la elegancia frívola de Luis Alberto de Cuenca: es un ideal de amor focalizado en los diminutivos, aunque con aspiraciones heroicas, con las dificultades de que la vida no es en realidad Dos días. Es el deseo de un amor de verdad, sin frivolidades, con elegancia, realista. Así, en Otra noche de ronda, mientras escucha a una de esas pijas culturetas
Yo pensaba en María,
en el mundo feliz en que ella y yo
habríamos sido infelices, pero juntos (38).
Hay otro poema paralelo a ese más adelante:
Ella hablaba y hablaba, mientras yo
pensaba en un barco y una tormenta,
y Julia Flyte me preguntaba dónde
nos esconderíamos
cuando el tiempo se hubiera serenado (66).
Podría ser junto a «los trigales /salpicados de amapolas» (40), con un amor fuerte: «como la cajera / del Mercadona quiere / a su novio el electricista en paro» (56).

Pero ya sabemos que eso no es fácil. Es lo que creo que quiere contar José Luis de la Cuesta en este libro admirable.

3 comentarios:

  1. Qué bueno. Me haré con él. Gracias por la recomendación.

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  2. Ya lo he comprado. ¡Este blog es una perdición para mi bolsillo! y un gozo para todo lo demás

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  3. Ya escribí. Ojalá tengan envíos a Colombia. ¡Gracias!

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