jueves, 17 de octubre de 2013

Arévalo y Toro

El primer día que tuve entero en Valladolid lo tenía reservado para visitar Las Edades del Hombre de Arévalo con unos amigos, que ya iban con el Catálogo estudiado.
Íbamos a tiro fijo.
Llegar al cuadro que sobre todo querían ver (lo conocíamos los tres, de un retablo de un pueblo perdido, a la luz angustiosa de una bombilla de la posguerra, hace años, antes de que lo restauraran) fue muy emocionante. Ahí estaban -ellos los veían justo entonces- las características que gritaban la autoría y hasta la fecha aproximada. Fue como encontrar, de un amigo querido -llevan muchos años estudiándolo- otro recuerdo conmovedor.
Fuimos celebrando el reencuentro: la maravillosa finura del dibujo, los árboles, la arquitectura del fondo: eran Adán y Eva expulsados del Paraíso.

Otro día, en Toro, vi dos obras de Lorenzo de Ávila. ¡Un amigo me había hablado tanto de él!

Y fue otra demostración de que el arte hay que ir a verlo in situ:


Abajo, a la izquierda, san Pedro:



Abajo a la derecha, Santiago:


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Y el otro cuadro:


Me da coraje ver lo malas que son mis fotos. Me alegra recordar los cuadros gracias a ellas. Y ahí culminó mi vuelta al arte italiano, comenzada con aquel cuadro de Piero della Francesca.

2 comentarios:

  1. Hace años, unos quinces,creo que en Dueñas, vimos un Ecce Homo de Diego de Siloé en la sacristía, así, como algo sin importancia, y supongo que sigue allí, aunque probablemente forme parte de un Museo bien organizado. Entonces, hace unos quince años, no, era una visita casi furtiva.

    Un abrazo

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  2. Ay, que estuve en la puerta de la iglesia de Dueñas y estaba cerrada. A ver si surge la ocasión de visitarla pronto.

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