lunes, 15 de julio de 2013

Empezar con Eugenio d'Ors por Galicia

Hacía tiempo que quería empezar con Eugenio d'Ors. Vi este libro* -excelente edición- y me ha aprovechado y admirado. Su estilo me iba obligando a leerlo despacio: las comas (aunque, de todos modos, hay más de lo normal), una palabra usada de un modo nuevo, una frase escrupulosamente correcta pero a la vez con un sentido nuevo.

Elegí este porque parecía que hablaba de Galicia y tenía curiosidad por cómo la describiría. Y justo en la página 10, un poemita titulado Humanismo y regionalismo:
Ponen un pote gallego
A que en el fuego se cueza.
¡Ay, si el pobre Prometeo
Levantara la cabeza!
No es lo habitual en él este humor.
Luego en realidad pasó pocos días en Galicia, así que no le da tiempo a quitarse una imagen mezcla entre Valle Inclán y Vicente Risco, eso tan tedioso de la tierra madre y «lo céltico». A pesar de todo, tiene algunos comentarios bien interesantes; por ejemplo está hablando (169) de que hay varias maneras de permanencia de los muertos entre los vivos: recuerdo consciente, herencia biológica inconsciente, la tradición, que es semi-consciente y puede ser una individual (como el fantasma en los castillos escoceses) o
si colectiva, puede ser anónima, como en ésta [=la Santa Compaña], o bien nominativa y gloriosa. Entonces es cuando la llamamos precisamente Cultura: activa comunión de los Muertos". 
Una definición impresionante de cultura, eh: lo contrario de la Santa Compaña, masa sin nombre.

Y sobre escultura gallega (77) dice cosas bien inquietantes:
La talla, aquí, se volvía cobarde por la inminencia del musgo. Ninguna de estas «estatuas» tiene «estatura». Todas son chaparras y las dicen groseras. No es grosería, sino cobardía. La que impidió levantar más altas las torres de los campanarios.
La piedra era dura. El esculpirla, fatigoso. ¿Y para qué, también, afinar perfiles, matizar relieves?
Y abunda en otro lugar (170):
El ser aspira al nombre: éste es uno de los grandes principios de la metafísica del germen. (…) El día en que saliesen escultores en Bretaña o en Galicia, capaces de esculpir los mitos célticos, no con la blanda tosquedad de los «Calvarios» o «Cruceros», sino como esculpieron los escultores áticos los mitos de la Hélada, la Santa Compaña ni de día ni de noche, ya no saldría más.
Me deja un poco perplejo el planteamiento, pero da que pensar.

*Eugenio d'Ors, Último glosario II. De la Ermita al Finisterre, edición de Alicia García Navarro y Ángel d'Ors, La Veleta, Granada, 1998

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