lunes, 31 de octubre de 2011

Simone Weil

Me sonaba de lejos y oídas, con el tiempo me ha ido sonando cada vez más y ahora que ya he leído sus dos libros sobre temas griegos (Intuiciones precristianas y La fuente griega) y una biografía de Roberto Rondanina, creo que puedo decir que empiezo a tener derecho a tenerle un gran cariño, basado en la admiración por su vida -tan compasiva en el sentido más fuerte de la palabra- y por su inteligencia profunda y penetrante: qué vertigo se siente a veces con una sola frase suya.

Es una figura fascinante: vestida como un adefesio, delgada al borde de la anorexia, se empeñó en trabajar en una fábrica -la persona menos preparada del mundo para eso- y aguantó un año, se tragó miles de horas de mítines sindicalistas -qué ingenuidad, sólo en ella una cosa tan absurda como esa me puede emocionar-, vino a luchar por la libertad a España con los anarquistas y descubrió el horror:



La biografía de Rondanina tiene un tono sobrio que me gustó. Hasta ahora sólo había leído datos biográficos en internet (por ejemplo el excelente resumen de Hernán), aparte del extrañísimo capítulo que le dedicó Moeller, que es un anatema en toda regla, donde no se conforma con calificarla de gnóstica -y sí que lo era en parte- sino que parece que casi se ensaña: se pasa tres pueblos, con lo comprensivo que es con todos los demás (que no le llegan a Simone a la suela del zapato).
Rondanina no cae en eso y nos transmite testimonios como estos:
Los gestos torpes, sobre todo de las manos, las expresiones particulares de la cara cuando se concentraba, la mirada penetrante tras las gafas gruesas, la sonrisa, todo en ella inspiraba una franqueza absoluta y olvido de sí y revelaba una presencia de ánimo que sin duda estaba en el origen de los sentimientos que nos inspiró, pero de lo que no tuvimos conciencia inmediata (Rondanina 83-4: son recuerdos de sus alumnas en Le Puy -ella tenía 22 años).

Lanza del Vasto:
No he conocido nunca a una persona menos seductora. Andaba por calles y cafés envuelta en un impermeable verdoso, con zapatos de hombre, una boina, la cara socarrona, la nariz larga, los ojos pequeños y juntos, los labios blandos, de los que colgaba un pitillo. [No obstante,] a los diez minutos ya no se le veía la cara: sólo se percibía el alma, en la que brilla el fuego de la justicia (Rondanina, 267)

Gustave Thibon:
No era fea, como se ha dicho, pero estaba jorobada y envejecida prematuramente por el ascetismo y la enfermedad, y sólo sus ojos admirables estaban a flote en aquel naufragio de la belleza (Rondanina, ?).

Y de sus ideas, me ha impresionado por ahora la intensidad con que sabe valorar el trabajo en toda su grandeza -y vivido en las peores condiciones- y la atención intensa que le dedica a la cuestión de la atención:
El ejercicio del pensamiento se produce en el momento en que se reflexiona. No son las acciones voluntarias las que acostumbran al cuerpo a ser dócil al espíritu, sino los ejercicios físicos. Hay que buscar en la propia existencia la posibilidad de ejercitar mente y cuerpo y de desarrollarlos. Los momentos verdaderamente importantes son aquellos en que, por ejemplo, se tiene la elección de hacer bien o mal un pequeño trabajo. En la medida en que hacemos bien las cosas pequeñas, podemos encontrar las grandes.

Y esto:
Esto es lo que hace apreciar el valor del hombre: humillación, degradación, esclavitud, pecado, error. Es la gran idea que está en la base de la religión católica (Pascal). [a mí me recordó a esto de san Josemaría] (Rondanina 148).

Y al final de la biografía me llevé una grandísima alegría cuando me enteré de que es posible que se bautizara poco antes de morir. Todo se basa en el testimonio un poco nebuloso de una amiga, pero me gusta pensar que sí, que al final se bautizó.

4 comentarios:

  1. Tengo que leerle algo ya, gracias Ángel.

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  2. 'La Ilíada o el poema de la fuerza' (está en el libro 'La fuente griega') es lo mejor que he leído de ella hasta ahora: puedes empezar por ahí.

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  3. Relacionado:
    http://mertonpito.blogspot.com/2011/10/simone-weil.html

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