lunes, 4 de enero de 2010

Viendo correr y recitales de sobrinos

Un punto culminante del viaje a Burgos fue asistir al recital que dieron dos de mis sobrinos en la San Silvestre Cidiana ['cidiana' por el Cid, que es de Burgos], el día 31 por la mañana.
Hacía frío y además llovía, pero allí estábamos los tíos de las criaturas, aunque casi no llegamos al Espolón a tiempo de ver a los pobres benjamines a punto de salir:


Y Diego, a poco del disparo, ya iba en el grupo de cabeza; le perdimos de vista un rato, pero pasó a nuestra altura por el otro lado y ya iba delante



Y llegó a meta solo, sin mover un músculo (de la cara), sin despeinarse, con el segundo clasificado a más de diez metros. Pero tenía una llaga en el pie, que le debía de doler. Y aquí, con su padre:



Y luego salió Eva, con sus piernecillas, también en el grupo de delante de las alevinas:



Y en la primera vuelta era ya la tercera:



Al doblar la última curva apareció segunda (aquí se la ve delante de la tercera):



y segunda quedó. Y nada más pasar la meta, vomitó, como otros tosen: sin aspavientos, como lo más normal del mundo: ¡Eva Supereva! dice ella de sí misma otras veces.
Les dieron de trofeo una estatua del Cid y un regalo de Campofrío, creo que un salchichón, que no me parece mal, al contrario.
Y tienen un armario con más trofeos que el Barça, que son unos cracks.
Las fotos son de su club de atletismo.

Y mi otra sobrina, Irene, la mayor, dio un recital con el Orfeón Burgalés, pero yo no pude estar. Y ella sí que me da envidia: ¡cantar en un coro!

No hay comentarios:

Publicar un comentario