miércoles, 4 de mayo de 2005

Barbone y dentista

Esta es la historia de un muchacho con problemas mentales y violento, de Nápoles, al que su padre tenía atado en casa. Un día se escapó y llegó hasta Roma. Allí se convirtió en barbone, pordiosero a la puerta de una iglesia, y pasó a formar parte del paisaje; lo conocían los parroquianos (nunca mejor dicho) y todo iba bien salvo cuando no se tomaba la medicación, que empezaba a golpear todo lo que tuviera a mano. Un benefactor le tenía pagado todos los días un chocolate con churros en La Palma (junto al Panteón, para los que hayáis estado en Roma).
Otro parroquiano, un dentista que se parecía a Harrison Ford, casado y con cuatro hijos, de unos cuarenta años, se ofreció a arreglarle la dentadura. Tuvo que quitarle los dientes y hacer una limpieza a fondo (mejor no entrar en detalles).
El día en que le iban a poner la nueva dentadura al barbone una moto le arrolló en una calle estrecha. Con un fuerte golpe en la cabeza volvió como pudo a la parroquia. Allí se desplomó y cayó en coma.
Ese día el dentista que se parecía a Harrison Ford se subió a su todoterreno 4x4 para ir a la consulta y al arrancar sufrió un ataque cerebral. Sin poderse mover vio salir a su mujer y luego a sus hijos, que no se dieron cuenta de nada. Al final un transeúnte se paró y pudieron llevarle al hospital, pero ya era demasiado tarde: a partir de entonces quedó muy afectado en el cerebro y ahora es como un viejo, moviéndose despacio con un bastón.
El barbone murió a los tres meses. Le hacían compañía dos sacerdotes de la parroquia, que le hablaban de fútbol y de Nápoles, aunque no salió del coma.
Esto nos lo contó ayer uno de los sacerdotes, que conoció al dentista y estuvo con el barbone en el hospital.
Los que escuchaban se quedaron un poco decepcionados (son de la generación Disney y esperaban un final feliz) pero a mí la historia me gustó: y aquí os la dejo.

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