miércoles, 16 de febrero de 2005

Fray Luis de León

Un texto que siempre me emociona cuando lo leo (Fray Luis de León, De los nombres de Cristo, III, Hijo de Dios, in fine):
En la orilla contraria de donde Marcelo y sus compañeros estaban, en un árbol que en ella había, estuvo asentada una avecilla de plumas y de figura particular, casi todo el tiempo que Juliano decía, como oyéndole, y, a veces, como respondiéndole con su canto, y esto con tanta suavidad y armonía, que Marcelo y los demás habían puesto en ella los ojos y los oídos. Pues al punto que Juliano acabó, y Marcelo respondió lo que he referido, y Sabino le quería replicar, sintieron ruido hacia aquella parte; y, volviéndose, vieron que lo hacían dos grandes cuervos que, revolando sobre el ave que he dicho y cercándola alrededor, procuraban hacerle daño con las uñas y con los picos.
Ella, al principio, se defendía con las ramas del árbol, encubriéndose entre las más espesas. Mas creciendo la porfía, y apretándola siempre más a do quiera que iba, forzada se dejó caer en el agua gritando y como pidiendo favor. Los cuervos acudieron también al agua y, volando sobre la haz del río, la perseguían malamente, hasta que al fin el ave se sumió toda en el agua, sin dejar rastro de sí. Aquí Sabino alzó la voz y, con un grito, dijo:
-¡Oh la pobre, y cómo se nos ahogó!
Y así lo creyeron sus compañeros, de que mucho se lastimaron. Los enemigos, como victoriosos, se fueron alegres luego. Mas como hubiese pasado un espacio de tiempo, y Juliano con alguna risa consolase a Sabino, que maldecía los cuervos, y no podía perder la lástima de su pájara, que así la llamaba, de improviso, a la parte adonde Marcelo estaba, y casi junto a sus pies, la vieron sacar del agua la cabeza, y luego salir del arroyo a la orilla, toda fatigada y mojada. Como salió, se puso sobre una rama baja que estaba allí junto, adonde extendió sus alas y las sacudió del agua, y después, batiéndolas con presteza, comenzó a levantarse por el aire cantando con una dulzura nueva. Al canto, como llamadas otras muchas aves de su linaje, acudieron a ella de diferentes partes del soto. Cercábanla y, como dándole el parabién, le volaban al derredor. Y luego juntas todas y como en señal de triunfo, rodearon tres o cuatro veces el aire con vueltas alegres, y después se levantaron en alto poco a poco hasta que se perdieron de vista.
Fue grandísimo el regocijo y alegría que de este suceso recibió Sabino. Mas decíame que, mirando en este punto a Marcelo, le vio demudado en el rostro y turbado algo y metido en gran pensamiento, de que mucho se maravilló; y queriéndole preguntar qué sentía, viole que, levantando al cielo los ojos, como entre los dientes y con un suspiro disimulado, dijo:
-Al fin, Jesús es Jesús.
Marcelo es un trasunto del propio fray Luis, perseguido por sus enemigos y que se zambulle en el agua (el cielo) donde Jesús le da una vida nueva. Algo de eso estoy trabajando para un próximo congresillo. Más información cuando esto esté más rodado.

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